martes, 8 de mayo de 2012

Cuevana de libros


Dejar de des-comprar libros y empezar a descargarlos

Txt. Javier Garat | Ilustración Matías Fernandez Schmidt

Los derechos de autor, atravesados por las posibilidades de Internet, se encuentran en un proceso de cambio cuyo resultado es aún incierto. Los casos de Cuevana, Library.nu, Megaupload o la demanda absurdamente borgeana de María Kodama a Pablo Katchadjian -por publicar un cuento de Borges engordado con textos propios-, demuestran que hay una puja entre las promesas de libertad que solían ofrecer las nuevas tecnologías y el dominio de las corporaciones y el marketing. A pesar de que la balanza hoy se inclina hacia las rancias estructuras de poder, existen focos de resistencia que anuncian posibles fisuras.

El proyecto que imaginaron Evaristo y Javiera (cuyos nombres reales han sido modificados para preservar su identidad) guarda algo de ese espíritu de cambio. Bibliosoc es, en términos simples, una biblioteca virtual de ciencias sociales desde la cual se puede acceder a la gran mayoría de los textos que componen la bibliografía de todas las carreras de ciencias sociales de la UBA. “Somos un grupo de estudiantes que venimos hace años pensando maneras de fomentar una mayor gratuidad de la educación universitaria desde la mirada de las restricciones que genera el acceso a la bibliografía por los costos que tiene”, explica Evaristo mientras Javiera asiente y toma la palabra: “Tuvimos un montón de charlas con respecto a los derechos de autor, la industria editorial y la situación concreta de los estudiantes. Se nos ocurrió la idea de armar la biblioteca y decidimos que era una manera interesante de operar sobre la realidad. Encontramos un espacio para desarrollar esto en el centro de estudiantes. La propuesta se escuchó e impulsó desde ese lugar”.

La iniciativa es una instancia más en la disputa por la socialización del conocimiento. “Hoy en día la industria editorial impide la democratización de la cultura escrita porque uno tiene que acceder a esta a través del mercado. Lo que significa que si yo quiero leer un libro tengo que ir a una librería y pagar un precio que está muy por encima del costo, tajada que no se llevan los escritores sino toda la industria que hay entre ellos y los lectores. Yo me pregunto: ‘¿Qué pasa si no tengo plata?’”, reflexiona Evaristo.

Si bien es un atentado a los derechos de autor tal como se conciben hoy, la idea es crear una nueva forma de sostener la creación: “Es un debate que permite preguntarse cuáles son los derechos de los autores, cómo se beneficia la creación de nuevo conocimiento y cómo tienen que intervenir en ese nuevo marco las industrias editoriales. Nosotros creemos necesaria una fuerte transformación en este mercado porque hoy en día, en vez de facilitar el acceso a la cultura escrita, lo que hace es quebrar la relación entre el escritor y el lector”, afirma Javiera.

“Hay que tener en cuenta, además, la dificultad de publicar en papel. Los autores no consagrados tienen que enfrentar fuertes dificultades y hasta poner dinero de su bolsillo. Los autores de ciencias sociales no viven de la venta de libros. Por eso, Bibliosoc es una apuesta para que el dinero no sea una restricción para leer ni publicar”, cierra Evaristo. Entendiendo que su proyecto se enmarca en una situación más grande y compleja, cuentan que están pensando formas de apoyo para autores, músicos y artistas en una lucha por sus derechos a tener, por ejemplo, jubilaciones, subsidios y salario mínimo.

Bibliosoc pretende ser un proyecto político, colectivo y académico teniendo en cuenta que está enmarcado en un contexto no solo nacional sino mundial de avances de normas, leyes y regulaciones restrictivas a la difusión de la cultura en Internet”, explica Evaristo y Javiera concluye: “Se hace necesario un nuevo modelo de derechos de autor, de producción, creación y reproducción de la cultura escrita, en soporte material o digital. Queremos mostrar que se pueden hacer cosas concretas que también tienen ínfulas universales. Digo, Internet no es joda. El tiempo esta pasando muy rápido y nosotros somos parte de cómo se va moldeando con nuestro granito de arena”.

Aún con las limitaciones que sus propios creadores reconocen, este proyecto busca una transformación real. Lejos de la apatía o de las grandes ideas de otras militancias, ellos observaron un problema concreto y pensaron la manera de resolverlo. Esta voluntad de cambio encuentra fuerzas renovadas cuando se recuerda que un pibe de 20 años creó Cuevana en una habitación de estudiante en Córdoba y puso de rodillas a toda la industria audiovisual. El panorama está planteado y la balanza inclinada. Lo que queda es recordar que un puñado de sujetos puede patear el tablero y plantear sus propias reglas.


1 comentario:

  1. Horacio Bertorello9 de mayo de 2012, 19:30

    Sobre el asunto de María Kodama, creo que el tipín estuvo flojo en no pedir autorización a María Kodama y demás dueños de los derechos de JLB. Supongo que dada la situación del escritor, no habría habido problemas relevantes en conseguir la autorización para usar los textos, especialmente en un proyecto como el que finalmente concretó.

    Sobre lo demás, creo que están resolviendo el problema equivocado. Habría que generar más material original, licenciarlo con bajo alguna licencia pública o alguna no-licencia (no sabría si existe algo así para este tipo de propiedad intelectual, pero _debería_; el software tiene su Unlicense) y distribuirlo a través de la internets. Algo que me gustaría mucho ver en el futuro cercano es producción intelectual de los estudiantes (tesis, monografías, ponencias, investigaciones, estado-del-arte de las materias que se cursan en cada carrera, etc.). Creo que eso es mucho más valioso que el PDF de El Suicidio, de Durkheim. Y nada de esto está online o accesible de alguna manera a quienes quieren leer más sobre las disciplinas a las que atienden en su alma máter para encender sus pasiones y motivarlos a trascender el garrón espiritual de vivir el discurso político over, and over, and over, and over. And over.

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